Esta torta forma parte de la herencia de mi amiga de la infancia. Es un clásico de Inés, o Tete, como llaman cariñosamente a su abuela paterna.​ Ella nos cuidó y malcrió durante nuestra infancia, dejándonos recuerdos imborrables de panes con manteca y azúcar, y pijamadas en las que construíamos chozas con sábanas.

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Use esta receta en mis últimos cumpleaños porque su base es suave y dulce, ideal para personalizar añadiendo frutas frescas, chocolate, frutos secos o infusionando con sabores especiales para darle un toque distinto.

 

Para empezar necesitas tener a mano

 

25 gramos manteca 
200 gramos de azúcar
2 huevos
250 gramos de harina 
1 cucharadita tamaño té al ras de polvo para hornear
1 cucharadita de esencia de vainilla

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Paso a paso 

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1- Batir el azúcar con la manteca hasta que esté bien cremosa.

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2- Separar las yemas de las claras.

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3- Agregar las yemas al batido de manteca, mientras se sigue batiendo enérgicamente. 

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4- Tamizar la harina con el polvo para hornear.

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5- Batir las claras a punto nieve.

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6- Mezclar la harina tamizada al batido de manteca en dos veces, alternando con las claras a punto nieve. Batir con fuerza para que se mezcle todo y el batido se airee.

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7- Perfumar la mezcla con esencia de vainilla.

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8- Verter en un molde enmantecado y enharinado de modo que la preparación llegue hasta los 2/3 de su altura.

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9- Cocinar a horno moderado hasta que la superficie se ponga doradita y los costados de la torta comiencen a separarse de las paredes del molde.

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10- Desmoldar sobre la rejilla. Una vez fría espolvorear con azúcar impalpable o cubrir con azúcar.

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Consejo de la Teté, en vez de enharinar el molde enmantecado, mezclar la harina con azúcar para que se forme una costrita crocante.